viernes, 6 de junio de 2025

¡Ven, Espíritu Creador! (Salmo 103). Solemnidad de Pentecostés

Cincuenta días -a eso hace alusión la palabra griega “Pentecostés”- cincuenta días después de Pascua, celebramos la venida del Espíritu Santo.

En los evangelios de los domingos recientes, encontraremos distintas formas en las que se anuncia esa Presencia de Dios.

Hace quince días, escuchábamos estas palabras de Jesús:

«… el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.» (Juan 14,26 – VI Domingo de Pascua)

Un versículo que nos dice mucho. Primero, el título de “paráclito”, palabra griega que se traduce literalmente al latín como “advocatus”, de donde viene nuestra palabra “abogado”; pero esta expresión enfatiza el hecho de que el Espíritu Santo puede ser llamado (vocatus) para que esté a nuestro lado (ad). Así suelen comenzar las oraciones al Espíritu Santo, como un llamado: “Ven, Espíritu Santo”. 

Y no es lo mismo que cuando decimos “Ven, Señor Jesús”; en ese caso, estamos pidiendo al Señor que realice su venida definitiva, como profesamos en nuestra fe: “De nuevo vendrá con gloria…”

En cambio, cuando decimos “Ven, Espíritu Santo”, estamos pidiendo socorro, ayuda inmediata. Lo necesitamos aquí y ahora…

Jesús dice “el Padre [lo] enviará en mi Nombre”, asegurándonos que tendremos el auxilio que necesitamos… pero ¿en qué casos llamar al Espíritu Santo? Seguimos leyendo lo que dice Jesús: “les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.”

Los discípulos de Jesús, cristianos, bautizados, somos, muchas veces, puestos a prueba en nuestra fe. 

Podemos encontrarnos con personas que no creen o tienen creencias muy distintas a las nuestras, gente que nos contradice, que nos considera irracionales, que se burla de nuestra fe. Pero también podemos ser puestos a prueba en nuestro interior, cuando no comprendemos lo que está sucediendo o nos dejamos ahogar por las preocupaciones del mundo o seducir por las tentaciones que se nos presentan.

Frente a esas pruebas, ahí está nuestro abogado, el Espíritu Santo, para ayudarnos a recordar y comprender las palabras de Jesús.

El domingo pasado, antes de su Ascensión, Jesús decía a los discípulos:

«Yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto» (Lucas 24,49)

Aquí Jesús dice que Él mismo enviará “lo que el Padre les ha prometido”. Como surge de lo que viene después en el libro de los Hechos, está hablando del Espíritu Santo. De distintas maneras se expresa que ese don llega del Padre y del Hijo, “de lo alto”, desde el trono mismo de Dios.

Los discípulos, dice Jesús, serán “revestidos con la fuerza que viene de lo alto”. Esa fuerza dynamin, en griego, es el poder propio de Dios (Padre todopoderoso). El Espíritu Santo nos hace participar del poder de Dios para que podamos actuar, para que podamos realizar sus obras, para que podamos hacer el bien.

Son muchos los símbolos del Espíritu Santo y las palabras que nos ayudan a describir su acción. Recordemos como cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles la venida del Espíritu en Pentecostés:

De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. (Hechos 2,2)

El viento, fuerte y ruidoso, como en la manifestación de Dios en el monte Sinaí, antes de entregar a Moisés las tablas de la Ley. El viento, “soplo de Dios viviente”, como dice una conocida canción. 

En el evangelio de Juan, Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciéndoles: “reciban el Espíritu Santo” (Juan 20,22).

Viento que impulsa, que empuja las velas, que permite a la barca de la Iglesia navegar “mar adentro” en la misión. 

Sopla Señor, sopla fuerte, 
envolveme con tu brisa. 
Y en tu Espíritu renovame, 
hazme libre en tu sonrisa.

El relato de Pentecostés continúa con otro signo:

Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo… (Hechos 2,3-4a)

El fuego. Es la energía transformadora que se manifiesta en los profetas. Juan el Bautista anuncia que Cristo "bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego" (Lucas 3,16). Jesús manifiesta como un profundo anhelo "Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!" (Lucas 12,49). En Pentecostés el fuego del Espíritu llega a los discípulos. Orando al Espíritu Santo hoy pedimos:

“¡Ven Espíritu Santo! Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor”.

Un hermoso himno litúrgico comienza diciendo “Ven Espíritu Creador” (Veni Creator Spiritus). ¿Por qué “Creador”? Cuando pensamos en la Creación, solemos pensarla como obra del Padre… sin embargo, las personas de la Trinidad nunca actúan solas. El Hijo es el Verbo, la Palabra que el Padre pronuncia: “Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió.” (Génesis 1,3). Pero en el versículo anterior del relato de la creación leemos:

“… el soplo de Dios se cernía sobre las aguas.” (Génesis 1,2)

No se trata solamente de que el Espíritu estuvo y actuó en la Creación, como algo de un pasado remoto.

Dios no abandona la creación, sino que la sostiene, la conduce, la renueva. A eso hace alusión el salmo 103, que hace parte de la Liturgia de la Palabra de hoy:

Señor, Dios mío (…) la tierra está llena de tus criaturas!
Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. 
Salmo 103 (104),29-30

El Espíritu Creador visita las almas de los fieles, derrama sus dones, llena con su gracia los corazones que él mismo ha creado. Es así que pedimos:

“Oh Señor, envía tu Espíritu que renueve la faz de la tierra”.

Con la plena revelación del Espíritu Santo, Dios nos permite asomarnos a su misterio: un solo Dios, tres personas, comunidad de amor. La Santísima Trinidad, que celebraremos el próximo domingo y cuya bendición invocamos ahora: que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

Les recuerdo que el próximo jueves 12, en Uruguay, renovaremos la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, celebrada hace 150 años por el beato Jacinto Vera, primer obispo del Uruguay.
Esto será, como hemos dicho, este jueves, 12 de junio de 2025, en la Misa que se celebrará a las 16 horas, en el Santuario nacional del Cerrito de la Victoria, en Montevideo.
Ese día, desde las 10 de la mañana sacerdotes y diáconos estarán participando del Jubileo del Clero, en el Colegio de los Hermanos Misericordistas, al pie del Cerrito.

En el calendario de la semana tenemos también:

  • Miércoles 11: San Bernabé, apóstol.
  • Viernes 13: San Antonio de Padua, patrono de dos parroquias de la diócesis de Canelones y de varias capillas. Ese viernes acompañaré en su fiesta a la comunidad de pueblo San Antonio, que comienza a las 14:30 con la procesión, seguida de la Misa.
  • El próximo domingo, 15 de junio, Santísima Trinidad, estaré en la parroquia de Shangrilá, celebrando su fiesta patronal, con Misa a las 10 de la mañana.

Esto es todo por hoy. Gracias, amigas y amigos por su atención. Hasta la próxima semana, si Dios quiere.

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