jueves, 29 de mayo de 2025
Palabra de Vida: “Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo”. (Juan 16,16-20)
miércoles, 28 de mayo de 2025
Palabra de Vida: Acoger al Espíritu de la Verdad. Juan 16,12-15.
martes, 27 de mayo de 2025
Palabra de Vida. “Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y toda tu familia” (Hechos 16,22-32)
domingo, 25 de mayo de 2025
"El Señor le tocó el corazón" (Hechos 16,11-15). Santa Lidia de Tiatira.
sábado, 24 de mayo de 2025
Palabra de Vida: Vivir la Palabra, vivir la Esperanza. Juan 15,18-21.
viernes, 23 de mayo de 2025
Palabra de Vida: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Juan 15,12-17)
jueves, 22 de mayo de 2025
“Habitaremos en él” (Juan 14,23-29). VI Domingo de Pascua.
Poco a poco, pero cada vez más, nos vamos acostumbrando a cosas como comprar pasajes o reservar alojamientos -además de muchos otros servicios- a través de aplicaciones de nuestro teléfono. En esas compras o reservas se nos pregunta en el formulario el número de personas que viajarán o que serán alojadas. Cuanto más alto es el número, más cuidado hay que poner en la respuesta, porque hay más riesgo de confusión.
Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:«El que me ama será fiel a mi palabra y mi Padre lo amará;iremos a él y habitaremos en él.» (Juan 14,23)
“… si algún amigo (…) viniera a nuestra casa, rápidamente se limpiaría toda la casa para que no hubiera en ella algo que tal vez molestara a la vista del amigo que viene. Por tanto, quien prepara a Dios la casa de su alma, haga desaparecer de ella las inmundicias de sus malas obras. (Homilías sobre los Evangelios, II 10, 30, 2.)
El que no me ama no es fiel a mis palabras. (Juan 14,24a)
El que me ha visto, ha visto al Padre. (Juan 14,8)
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. (Juan 14,25-26)
En esta semana
- El lunes 26 recordamos a San Felipe Neri
- El jueves 29, al papa San Pablo VI, quien llevó a término el Concilio Vaticano II, iniciado por san Juan XXIII y nos dejó ricas e inspiradoras enseñanzas, junto a su testimonio de profunda fe.
- El sábado 31, Visitación de la Virgen María, el monasterio de las Salesas, en Progreso, estará de Fiesta patronal. A las 10 de la mañana se celebrará la Misa, que será presidida por el Cardenal Daniel Sturla.
Asamblea del CELAM
Palabra de Vida: “Permanezcan en mi amor”. (Juan 15,9-11)
miércoles, 21 de mayo de 2025
Oración a Santa Rita de Casia.
Palabra de Vida: “Permanezcan en mí. (Juan 15,1-8)
martes, 20 de mayo de 2025
20 de mayo: Saludo del Consejo Permanente de la CEU a la Celebración Ecuménica convocada por OBSUR
En este 20 de mayo, que recordamos a los detenidos desaparecidos y se realiza la 30ma. Marcha del Silencio, el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal del Uruguay se une en la oración al sentir de los familiares y de muchos uruguayos que desean que los restos puedan ser encontrados y reciban una digna sepultura.
A la vez, renovamos como Iglesia nuestra disponibilidad para recibir información, a través de los párrocos y de los obispos, guardando el secreto acerca de su origen.
Cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, vice presidente de la CEU
Mons. Heriberto Bodeant, obispo de Canelones, secretario general de la CEU
Montevideo, 20 de mayo de 2025
lunes, 19 de mayo de 2025
Palabra de Vida: “Les doy mi paz” (Juan 14,27-31a)
sábado, 17 de mayo de 2025
Palabra de Vida: Convertir el dolor en alegría y esperanza. Hechos 13,44-52.
17 de mayo de 2025. Sábado de la IV semana de Pascua.
Tomado del libro de José Evilázio Vieira y Eviselma F. Vieira, "Uma Escola de Relacionamentos", pág. 171.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.
viernes, 16 de mayo de 2025
Palabra de Vida: Tener fe en Dios viviendo la Palabra. (Juan 14,1-6)
El testamento de Jesús: un mandamiento nuevo (Juan 13, 31-33a. 34-35). V Domingo de Pascua.
Después de escuchar relatos de las apariciones de Jesús, después de contemplarlo como Buen Pastor el domingo pasado, el evangelio de hoy nos lleva de nuevo al Jueves Santo, a la última cena, “después que Judas salió”; es decir, en el momento en que Judas abandona a Jesús y a los discípulos para consumar su traición. Un poco antes se lee:
Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. (Juan 13,30)
En el lugar de la cena, está Jesús, luz del mundo. Afuera, hacia donde se marcha Judas, están las tinieblas. Se cumple lo que Jesús dijo a Nicodemo:
La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. (Juan 3,19)
Volvamos nosotros a la luz. En las palabras de Jesús, resplandece la gloria de Dios:
Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. (Juan 13,31-32)
Dice Jesús que Dios lo ha glorificado y Dios ha sido glorificado en Él. ¿De qué gloria está hablando? Los seres humanos conocemos de glorias militares, de glorias deportivas… se trata siempre de triunfos, de superioridad, de algo que coloca al vencedor por encima del resto de los mortales… Precisamente en el momento en que Judas se va, para preparar la entrega del maestro, Jesús manifiesta que ahora “ha sido glorificado”. Y ya sabemos lo que viene para Jesús: la oración agónica en el Huerto, el prendimiento, el juicio, la pasión y la cruz. Podríamos pensar que no, que no es eso, que con la glorificación Jesús se está refiriendo a lo que vendría después, a su resurrección… y, sin embargo, Jesús comienza a ser glorificado allí, en su camino al Calvario.
La gloria del Hijo de Dios comienza a manifestarse desde el momento en que se inicia su existencia como hombre:
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
(Juan 1,14)
Dios es glorificado cuando muestra su amor trayéndonos la salvación. La encarnación de Jesús en el seno de María es ya un acto de salvación. A partir de allí, Jesús será glorificado y Dios será glorificado en él, en cada signo de su amor por nosotros, hasta llegar al signo supremo de su entrega en la cruz. La gloria de Jesús está en dar su vida revelando así al mundo hasta dónde llega el amor de Dios hacia el hombre.
Jesús cambia ahora el tema de su discurso y se dirige a sus discípulos de una manera muy cariñosa, pero que, a la vez, nos resulta un poco extraña. Jesús los llama “hijitos” o “hijos míos”.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. (Juan 13,33a)
Este detalle, llamar a sus discípulos “hijitos”, en esa forma tan tierna y, al mismo tiempo, anunciar que le queda poco tiempo con ellos, ubica este discurso de Jesús entre otros que encontramos en la Sagrada Escritura; discursos de despedida, que son un verdadero testamento: lo que un padre quiere dejar a sus hijos, tanto si se trata de su familia de sangre como de sus hijos espirituales.
¿Cuál es, entonces, el testamento de Jesús a sus discípulos, sus “hijitos”?
Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros.
Así como Yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. (Juan 13,34)
Es el amor recíproco, el amor que debe darse al interior de la comunidad de los discípulos de Jesús.
No es el amor al prójimo, ejemplificado en la parábola del buen samaritano, el amor a una persona desconocida, como aquel herido del camino, ante quien se siente compasión y se actúa con caridad.
Tampoco se trata, por supuesto, del amor a los enemigos, el que muestra Jesús en la cruz perdonando a sus verdugos y orando por ellos para que el Padre no les tenga en cuenta su pecado.
El amor recíproco es el amor entre las tres personas de la Santísima Trinidad. Más aún, la tercera persona, el Espíritu Santo, es el amor que va del Padre al Hijo y del Hijo al Padre.
Humanamente, el amor recíproco supone al menos dos voluntades. Es un amor de alianza. Es el amor de los hermanos en la fe. Es el amor de los amigos, que se hace comunión de almas y es el amor de los esposos que se hace comunión de almas y cuerpos.
Jesús lleva el amor a su mayor altura, a su expresión más grande, dando la vida:
No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. (Juan 15,13)
Esa es la medida que Él pone para el amor recíproco: ámense unos a otros como yo lo he amado. Pero no se trata solo de un ejemplo. Es recibiendo el amor de Jesús como encontramos la fuerza de amar, la capacidad de dar la vida. Eso puede llegar “hasta el extremo”, como hizo Jesús; pero él mismo fue “dando la vida” en sus encuentros con distintas personas, curando, sanando, perdonando, levantando de la muerte…
Para nosotros, vivir el amor recíproco en comunidad, en familia, en la amistad, es un acto de fe, de confianza en Dios y en su promesa. Ese amor se concreta en pequeños o grandes servicios; en momentos clave o en largas secuencias; en palabras oportunas o en atenta escucha; en muchas formas de acompañar y estar presente. El amor es creativo y encuentra siempre formas concretas de ser vivido, de ser realizado.
Toda entrega de amor tiene un paso inevitable por la cruz, por el lugar donde Cristo entregó su vida. Para cada uno de nosotros ese paso, ese lugar, pueden ser diferentes; pero siempre nos llevarán a unirnos a Jesús, a su pasión y a su entrega de amor.
Decíamos que el mandamiento de Jesús es un mandamiento hacia adentro, a ser vivido en la comunidad; pero tiene también una dimensión “hacia afuera”:
En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros. (Juan 13,35)
El amor recíproco se hace testimonio visible y atrayente. Todos recordamos la vida en unidad de la primera comunidad, como nos narra Hechos de los Apóstoles:
Ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse. (Hechos 2,47)
Una vez más, recibamos el mandamiento nuevo que nos ha dejado Jesús. Los mandamientos de Jesús no deben ser recibidos como una carga que se impone sobre nuestros hombros, sino como una gracia, como un regalo de su amor, como un camino hacia la vida en plenitud. “Como yo lo he amado” son las palabras con las que Jesús nos recuerda que Él nos ha dado su amor; y en Él, y nunca sin Él, podremos amar y amarnos mutuamente como Él nos amó.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
jueves, 15 de mayo de 2025
Palabra de Vida: Conocer y practicar. Juan 13,16-20
miércoles, 14 de mayo de 2025
Palabra de Vida: San Matías, apóstol. “Ámense los unos a los otros”. (Juan 15,9-17)
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.
martes, 13 de mayo de 2025
Palabra de Vida: Ser fiel con un corazón firme. (Hechos 11,19-26)
lunes, 12 de mayo de 2025
"Mi corazón inmaculado triunfará". Nuestra Señora de Fátima.
Martes 13 de mayo de 2025.
Lectura bíblica: Apocalipsis 11,19a; 12,1-6a.10ab
Comentario tomado de Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe "El mensaje de Fátima", 26 de julio de 2000.
"Yo soy la Puerta de las ovejas" (Juan 10,1-10)
domingo, 11 de mayo de 2025
Visita pastoral a las parroquias San Luis Orione (La Floresta) y Santo Tomás Aquino (Francisco Soca).
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Santuario Virgen de las Flores, junto al cual se encuentra el Cottolengo. |
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Colegio Nuevo Virgen de las Flores, en Balneario La Floresta. |
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Capilla Nuestra Señora de Fátima, Piedras de Afilar, Canelones Encuentro con las comunidades de Capilla Cella y Piedras. |
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Parroquia Santo Tomás de Aquino, Soca, Canelones Misa con la comunidad parroquial. |
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Santa Lucía del Este, Canelones. Encuentro con las comunidades de la parroquia San Luis Orione. |
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Iglesia Sagrada Familia, sede de la parroquia S. Luis Orione, en Balneario La Floresta. Misa de cierre de la visita. |
Cottolengo Don Orione y Santuario de la Virgen de las Flores
Colegio Nuevo Virgen de las Flores
Capillas de la parroquia de Soca
Encuentro y Misa con la comunidad parroquial de Soca.
Encuentro y Misa con las comunidades de la parroquia San Luis Orione
Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos. (Mateo 18,20)
sábado, 10 de mayo de 2025
Palabra de Vida: Buscar fuerza y esperanza en el Evangelio. Juan 6,60-69.
viernes, 9 de mayo de 2025
«Mis ovejas escuchan mi voz» (Juan 10,27-30). IV Domingo de Pascua.
Amigas y amigos: como suelo hacer, estoy grabando esto con unos días de anticipación. Hoy, concretamente, es el miércoles 7 de mayo. Ya ha concluido la primera jornada del cónclave para la elección del nuevo sucesor de Pedro.
Dios mediante, cuando se difunda este video, ya habrá aparecido el humo blanco y habrá salido al balcón de la basílica de San Pedro el nuevo obispo de Roma.
[Y como sabemos, ¡ya sucedió! y así aparece en el video]
Sin embargo, esta reflexión no puede dejar de referirse al nuevo Pontífice, más allá de quien haya sido elegido, precisamente porque este domingo es el de Jesús Buen Pastor. Cada año, en el cuarto domingo de pascua, escuchamos un pasaje del capítulo 10 de san Juan, en el que Jesús nos dice “yo soy el Buen Pastor”. Es también la jornada mundial de oración por las vocaciones.
El pasaje que escuchamos este año es el final del discurso de Jesús. Un pasaje breve, pero de profundo contenido. Vamos a recorrerlo y comentarlo.
«Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen» (Juan 10,27)
En tiempos de Jesús, los pastores guardaban en la noche sus respectivos rebaños, en un único corral. Cada mañana, el pastor buscaba a sus ovejas y ellas, al escuchar su voz, salían del corral y lo seguían.
Jesús se vale de esa imagen para expresar lo que significa para nosotros ser sus ovejas.
Escuchar su voz es escuchar su Palabra, alimentarnos con el Evangelio y los demás libros inspirados que componen la Biblia. El Evangelio es la “Palabra del Señor”, en referencia al mismo Jesús y así se lo proclama al terminar la lectura; pero todos los textos bíblicos son Palabra de Dios y llegamos a comprenderlos en plenitud cuando entendemos su relación con Jesucristo.
Cada día estamos invitados a escuchar la voz de Jesús, recordando que lo hacemos, fundamentalmente para poner en práctica esa palabra, como Él mismo nos indicó que hiciéramos… Más aún, también su Madre nos indica:
«Hagan todo lo que él les diga» (Juan 2,5)
Nuestra escucha de la Palabra de Jesús se vive en Iglesia. La escuchamos durante la Misa y en otros momentos de celebración y de oración, o en el espacio de una pequeña comunidad o grupo de lectio divina. Pero aunque estemos solos, meditándola en casa, estamos llamados a sentir con la Iglesia, es decir, a escuchar el llamado personal que Dios nos hace, no con una actitud individualista, sino en comunión con todo el Pueblo de Dios.
Por medio de su Palabra, Jesús Buen Pastor sigue guiando a la Iglesia. Así lo recordaba el papa Benedicto XVI, al comienzo de su ministerio petrino, cuando manifestó:
Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la Palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia. (Benedicto XVI, 24 de abril de 2005)
El Papa, los Obispos, en nuestro magisterio, estamos también sujetos a la Palabra de Dios, también llamados a escucharla y ponerla en práctica. Eso es seguir a Jesús, seguimiento al que estamos llamados todos los cristianos.
«Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos» (Juan 10,28)
“Vida eterna”: la vida de Dios; ése es el gran don de Jesús crucificado y resucitado. Jesús, Buen Pastor, ha venido para que sus ovejas tengan vida. Para eso ha entregado su vida: para eso ha muerto y ha resucitado. La plenitud de esa vida estará en el “mundo venidero”; pero varias veces, en el evangelio de Juan, la encontramos como una realidad que, en la medida de nuestra capacidad, ya se nos da, aquí, a partir del encuentro con Jesús:
Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida. (Juan 5,24)
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. (Juan 6,54)
De hecho, ése es el sentido del bautismo: morir y nacer de nuevo en Cristo. Allí comienza nuestra vida eterna, a partir de nuestra unión con Cristo.
Tantas veces pretendemos ser lo que no somos, ser lo que el mundo espera de nosotros y nos negamos a reconocer nuestra fragilidad y nuestras actitudes mezquinas… La vida eterna que Jesús ha abierto para nosotros, queda opacada, no se trasluce… la luz que encendimos en la vigilia pascual, la luz que viene del Cirio que representa a Jesús Resucitado, queda muchas veces escondida; por eso, cada día tenemos que reencontrarnos y alimentar, con la oración y aún, si es posible, también cada día, con la Eucaristía, la vida plena que el Buen Pastor nos ha dado.
«Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa» (Juan 10,29-30)
“Mi Padre, que me las ha dado…” Si nos hemos sentido llamados por Jesús, si buscamos escuchar su voz y seguirlo, es porque el Padre ha puesto dentro de nosotros el deseo del amor, de la verdad, de la vida. Jesús es todo eso, en plenitud. Él colma nuestras necesidades más profundas. Él es el único que puede dar respuesta a nuestra sed de eternidad.
Nadie nos arrebatará de las manos de Jesús, porque nadie puede arrebatar nada de las manos del Padre. Esto no significa que en la vida estaremos libres de contrariedades y sufrimientos: significa que, en medio de todo eso, nos sentiremos llevados y sostenidos por las manos de Jesús y del Padre.
“El Padre y yo somos una sola cosa”. Las palabras de Jesús concluyen con esta fuerte afirmación teológica, que provocará total rechazo e indignación de los fariseos que lo escuchan, al punto que quieren apedrearlo. Ellos explican su actitud diciendo:
«No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios» (Juan 10,33)
Jesús “no se hace Dios”. Él es Dios, él es la Palabra eterna del Padre que se hizo hombre y puso su morada entre nosotros. Él vive con el Padre una perfecta comunión de amor y conocimiento. En esa relación estamos llamados a entrar, a hacernos uno en ellos desde ahora. Entrar en esa unidad, en esa comunión con Dios, es tener ya la vida eterna.
En esta semana
Martes 13, Nuestra Señora de Fátima
Miércoles 14, San Matías, apóstol
Jueves 15, San Isidro Labrador, patrono de Las Piedras y tan querido y recordado en todo Canelones.
Viernes 16, en este día se celebra en Uruguay y Argentina la memoria de San Luis Orione.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Palabra de Vida: “El que coma de este pan vivirá eternamente” (Juan 6,52-59)
jueves, 8 de mayo de 2025
Comunicado de los Obispos del Uruguay con motivo de la elección del Papa León XIV.
Arriba, en el video, saludo de Mons. Heriberto.
Comunicado del Consejo Permanente de la CEU
En alegría y esperanza, con todo el Pueblo de Dios, hemos recibido el anuncio de la elección del nuevo sucesor de Pedro, el Papa León XIV. Robert Francis Prevost nació en los Estados Unidos, viene de la Orden Agustina y ha sido misionero en Perú, como lo recordó con su saludo en español.
Invitamos a nuestras comunidades a rezar por él, de forma particular el domingo del Buen Pastor, el próximo 11 de mayo.
Que el Señor bendiga al Papa León y que el Espíritu Santo lo guíe en su servicio de confirmarnos en la fe y animarnos a caminar juntos en la misión de llevar la paz y la luz de Cristo a los hombres y mujeres de nuestro mundo y nuestro tiempo.
Consejo Permanente - Conferencia Episcopal del Uruguay.
Palabra de Vida: “Yo soy el pan bajado del cielo” (Juan 6,44-51)
miércoles, 7 de mayo de 2025
Palabra de Vida: “El que viene a mí jamás tendrá hambre” (Juan 6,35-40)
lunes, 5 de mayo de 2025
Palabra de Vida: “Señor, danos siempre de ese pan” (Juan 6,30-35)
“Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. (Juan 21,17)
El último capítulo del Evangelio de Juan nos lleva a Galilea, al lago de Tiberíades. Después de la muerte de Jesús, Pedro, Juan y otros discípulos han vuelto a su trabajo de pescadores, pero por desgracia la noche no ha sido fructífera.
El Resucitado se manifiesta allí por tercera vez y los exhorta a echar de nuevo las redes, y esta vez recogen muchos peces. Luego los invita a compartir la comida en la orilla. Pedro y los demás lo han reconocido, pero no se atreven a dirigirle la palabra.
Jesús toma la iniciativa y se dirige a Pedro con una pregunta muy comprometida: “Simón de Juan, ¿me amas más que estos?”. Es un momento solemne: por tres veces Jesús renueva la llamada a Pedro (cf. Mt 16, 18-19) para cuidar de sus ovejas, de las que Él mismo es el Pastor (Jn 10, 14).
“Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”.
Pero Pedro sabe que ha traicionado y esta trágica experiencia no le permite responder positivamente a la pregunta de Jesús. Responde humildemente: “Sabes que te quiero”.
A lo largo del diálogo, Jesús no reprocha a Pedro la traición, no continúa señalando el error. Le tiende la mano a la altura de sus posibilidades, lo lleva a su herida dolorosa, para curarla con su amistad. Lo único que pide es reconstruir la relación en la confianza recíproca. Y de Pedro brota una respuesta que es un acto de conciencia de su propia debilidad y, al mismo tiempo, de confianza ilimitada en el amor acogedor de su Maestro y Señor:
“Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”.
También a cada uno de nosotros Jesús le hace la misma pregunta: ¿me amas? ¿Quieres ser mi amigo? Él lo sabe todo: conoce los dones que hemos recibido de Él mismo, y también nuestras debilidades y heridas, a veces sangrantes. Y aun así renueva su confianza, no en nuestras fuerzas, sino en la amistad con Él. En esta amistad Pedro encontrará el valor de testimoniar el amor a Jesús hasta dar la vida.
“Momentos de debilidad, de frustración y de desaliento tenemos todos: […] adversidades, situaciones dolorosas, enfermedades, muertes, pruebas interiores, incomprensiones, tentaciones, fracasos […] Precisamente quien se siente incapaz de superar ciertas pruebas que se abaten sobre el cuerpo y sobre el alma, y por eso no puede contar con sus fuerzas, está en condiciones de fiarse de Dios. Y Él, atraído por esta confianza, interviene. Donde Él actúa, obra cosas grandes, que parecen más grandes precisamente porque brotan de nuestra pequeñez” (1).
En el día a día podemos presentarnos a Dios tal como somos y pedir su amistad, que cura. En este abandono confiado en su misericordia podremos volver a la intimidad con el Señor y reanudar el camino con Él.
“Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”.
Esta Palabra de Vida puede convertirse en oración personal, en nuestra respuesta para encomendarnos a Dios con nuestras pocas fuerzas y darle las gracias por los signos de su amor. Escribe Chiara Lubich:
“[…] Te quiero porque has entrado en mi vida más que el aire en mis pulmones, más que la sangre en mis venas. Has entrado donde nadie podía entrar, cuando nadie podía ayudarme, cada vez que nadie podía consolarme. […] Concédeme estarte agradecida –al menos un poco– durante el tiempo que me queda, por este amor que has derramado sobre mí y que me ha obligado a decirte: te quiero” (2).
También en nuestras relaciones familiares, sociales y eclesiales podemos aprender el estilo de Jesús: amar a todos, ser los primeros en amar, “lavar los pies” (cf. Jn 13, 14) a nuestros hermanos, sobre todo a los más pequeños y frágiles. Aprenderemos a acoger a cada uno con humildad y paciencia, sin juzgar, abiertos a pedir y recibir el perdón, para comprender juntos cómo caminar en la vida unos al lado de otros.
Letizia Magri y equipo de Palabra de Vida
domingo, 4 de mayo de 2025
Doce palabras clave en el pontificado de Francisco.
Documentos de donde se tomaron las frases leídas en el vídeo.
01) Periferias. 24 de marzo de 2013, homilía en la Misa de Domingo de Ramos, XXVIII Jornada Mundial de la Juventud.
02) Alegría. Exhortación apostólica Evangelii Gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, 24 de noviembre de 2013.
03) Casa común. Carta encíclica Laudato si’, 24 de mayo de 2015.
04) Familia. Exhortación apostólica Amoris laetitia, 19 de marzo de 2016.
05) Santidad. Exhortación apostólica Gaudete et Exsultate, 7. 19 de marzo de 2018
06) Jóvenes y ancianos. Exhortación apostólica Christus vivit, 25 de marzo de 2019.
07) Hermanos. Carta encíclica Fratelli Tutti, 3 de octubre de 2020.
08) Misericordia. Bula Misericordiae Vultus, 11 de abril de 2015.
09) Cuidado. Carta apostólica Vos estis lux mundi, 25 de marzo de 2023.
10) Esperanza. Bula «Spes non confundit», 9 de mayo de 2024.
11) Amor. Carta Encíclica Dilexit Nos, 24 de octubre de 2024.
12) Sinodalidad. Documento final XVI Asamblea del Sínodo de los Obispos, 26 de octubre de 2024.
sábado, 3 de mayo de 2025
«Apacienta mis ovejas» (Juan 21,1-19). III Domingo de Pascua.
El próximo miércoles 7 comenzará el cónclave para la elección del nuevo Papa. Contando a Francisco, han sido 266 los sucesores del apóstol Pedro. Toda la Iglesia Católica está en oración para que quienes tienen la misión de elegir al nuevo Obispo de Roma se dejen guiar por el Espíritu Santo. En estos días previos se están realizando las llamadas congregaciones generales, donde los cardenales se encuentran, se van conociendo y escuchando y comparten momentos de oración.
El evangelio de este domingo contiene muchos mensajes sobre la misión de la Iglesia y, en particular, sobre la condición fundamental que se pide a Pedro para que el Buen Pastor le entregue la conducción de Su rebaño. Acerquémonos a descubrir o recordar lo que nos dice este evangelio sobre la figura de Pedro.
En el evangelio de Juan, Pedro aparece ya en el capítulo uno, entre los primeros llamados por Jesús. Todos recordamos el paso de Jesús por la orilla del mar de Galilea, donde encontró primero a dos hermanos, Simón y Andrés, y les dijo
“síganme y yo los haré pescadores de hombres” (Marcos 1,16-18).
Juan cuenta de otra forma ese llamado.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro. (Juan 1,40-41)
Este cambio de nombre es un dato importante. El significado de Cefas, Pedro, aparece en el evangelio de Mateo:
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mateo 16,18).
Pedro reaparece al final del capítulo 6 del evangelio de Juan, que narra la multiplicación de los panes y peces, seguida del discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Mucha de la gente que hasta ese momento seguía a Jesús encuentra duro ese lenguaje y abandonan al Maestro. Entonces, Jesús se vuelve a los Doce discípulos y les pregunta si también ellos quieren marcharse. La respuesta llega de Simón Pedro:
«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». (Juan 6,68-69)
Esta es la forma en que el evangelio de Juan presenta la confesión de fe de Pedro. Los otros evangelios lo presentan como Mesías y Mateo, además, como Hijo de Dios. En los cuatro evangelios Pedro habla en representación de los Doce; pero aquí lo hace en un contexto especialmente crítico, cuando muchos están abandonando la fe. Ese detalle enaltece la figura de Pedro.
Los otros evangelios no dudan en señalar algunas dificultades de Pedro para entender y aceptar lo que dice Jesús cuando habla de su pasión y muerte. Juan coloca esa dificultad de Pedro en otro marco, pero aún más directamente relacionado con la pasión: en la última cena, cuando Jesús lava los pies a los apóstoles. Pedro se resiste, Jesús insiste y así sigue el diálogo:
Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?».
Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás».
«No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!».
Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte». (Juan 13,6-8)
Dicen los estudiosos que el diálogo de Jesús con Pedro contiene la explicación más profunda y más radical del lavatorio de los pies: tomando la condición de servidor, de esclavo, Jesús anuncia su pasión. Eso es lo que Pedro comprenderá en su momento, cuando sea llamado a compartir la suerte de Jesús, es decir, cuando llegue su propio martirio en la cruz.
El anuncio de las negaciones de Pedro tiene también su detalle. En Mateo y Marcos, Pedro dice que no se escandalizará; en Lucas, que está dispuesto a seguir a Jesús a la cárcel y a la muerte. Pero en el evangelio de Juan, Pedro abre el diálogo con una pregunta:
«Señor, ¿a dónde vas?». (Juan 13,36)
Y Jesús le responde:
«Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás» (Juan 13,36)
Aquí se trata de algo fundamental: seguir a Jesús, lo propio del discípulo. De la respuesta de Jesús se entiende que la pregunta “¿a dónde vas?” está expresando el deseo de Pedro de seguir a Jesús… pero todavía no es la hora de Pedro.
Llega el momento en que Jesús es apresado en el Huerto de los Olivos. Los otros evangelios nos dicen que “uno de los discípulos” sacó la espada e hirió a un servidor del Sumo Sacerdote. Juan identifica a Pedro como el autor de ese acto violento. Pedro no termina de aceptar el camino de Jesús: no quiere que le lave los pies, quiere ir con Él antes de tiempo, saca la espada… y, finalmente, lo negará tal como fue anunciado. Pedro es el discípulo que va formándose de a poco en la obediencia, pasando por muchos errores; pero en ese proceso madurará en su fe y se preparará para la misión que Jesús tiene para él.
Llega el último episodio. El evangelio de Juan ubica aquí la pesca milagrosa. Jesús resucitado está en la orilla. Cuando los discípulos lo reconocen, Pedro se lanza al agua. Una vez reunidos comen junto con Jesús y viene el decisivo diálogo:
Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».
Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». (Juan 21,15-17)
Aquí está la misión de Pedro, aquí está la misión de sus sucesores; aquí está también la misión de todo el Pueblo de Dios, puesto que, cada uno en su estado, todos somos llamados a compartir el pastoreo, el cuidado de Jesús por los suyos. Aquí lo importante es que esa misión tiene su fundamento en el amor a Jesús. Amando a Jesús, el pastor podrá amar con Él a sus hermanos y hermanas.
Recordemos las palabras del Santo Cura de Ars, que no valen solo para los párrocos, sino para todos los pastores de la Iglesia:
“Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina” (San Juan María Vianney)
En el diálogo de Jesús con Pedro vuelve a aparecer el deseo de Pedro de seguir a Jesús hasta la muerte.
«Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras».
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme». (Juan 21,18-19)
“Sígueme”. En los evangelios de Marcos y Mateo, esa es la palabra con la que Jesús, al comienzo, llamó a Pedro y Andrés. Ellos dejaron todo y lo siguieron con entusiasmo. Ahora, hecho su camino de discipulado, Pedro vuelve a escuchar esa palabra, después de que Jesús le encomienda apacentar a sus ovejas. El Pastor, al frente de la grey, está llamado siempre a seguir a Jesús, porque, en definitiva, no puede llevar a su rebaño a otro lugar que no sea el encuentro con Él.
Hermanos y hermanas, oremos mucho en estos días, para que el Espíritu Santo sople con fuerza y claridad sobre el cónclave y nos regale un pastor según el corazón de Dios, testigo de la Misericordia del Padre.
Gracias por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Buscar a Dios llevando la Esperanza. Juan 14,6-14. San Felipe y Santiago, Apóstoles.
miércoles, 30 de abril de 2025
Palabra de Vida: “El que obra conforme a la verdad se acerca a la luz” (Juan 3,16-21)
Saludo al mundo del Trabajo. Consejo permanente de la CEU.
lunes, 28 de abril de 2025
Palabra de Vida: “Todo era común entre ellos” (Hechos 4,32-37)
"Renacer de lo alto". Juan 3,1-8. El encuentro de Nicodemo con Jesús.
sábado, 26 de abril de 2025
La Misericordia cambia el mundo (Papa Francisco, Juan 20,19-31). II Domingo de Pascua, de la Divina Misericordia.
El lunes pasado nos conmovió la noticia del fallecimiento del Papa Francisco. Tal vez intuyendo que su final estaba próximo, el Papa gastó sus últimas fuerzas saludando a la multitud reunida en la plaza de San Pedro y pronunciando su última bendición urbi et orbi, es decir, a la ciudad y al mundo, que tradicionalmente hace el Papa el domingo de Pascua, el día de Navidad y también en su primera salida al público cuando acaba de ser elegido.
Este 27 es nuestro primer domingo sin Francisco. Se preparó su sepelio para el sábado 26 y los cardenales, que tienen la enorme responsabilidad de elegir a su sucesor, van encontrándose en Roma en forma espontánea hasta que comiencen las congregaciones generales, que son reuniones todavía abiertas, que desembocarán en el Cónclave, es decir, la reunión “bajo llave”, sin contacto con el exterior, desde la que saldrá en su momento el humo blanco y el consecuente anuncio habemus papam. Mientras dure este tiempo de “sede vacante”, es decir, mientras esté vacío el sillón de Pedro, en las Misas no rezaremos por el Papa, ya que aún no lo tenemos y en el recuerdo por los difuntos nombraremos con cariños a quien acaba de regresar a la Casa del Padre.
Desde el comienzo, el pontificado de Francisco puso un fuerte acento en la misericordia, algo que marcó profundamente su vida y su vocación. Recordemos su lema, el mismo que tuvo como obispo: Miserando atque eligendo, “con misericordia lo eligió”, en alusión a la vocación de Mateo que, al llamado de Jesús, se levantó de su mesa de publicano y lo siguió.
Los mensajes de Francisco sobre la Misericordia comenzaron muy temprano. En el primer domingo después de su elección, al rezar el Ángelus, habló sobre la misericordia, a propósito de la actitud de Jesús frente a la mujer sorprendida en adulterio, evangelio que comentamos hace tres semanas:
Conmueve la actitud de Jesús: no oímos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino solamente palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
(…) El rostro de Dios es el de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia.
(…) «Grande es la misericordia del Señor». (17 de marzo de 2013)
Más adelante aparece su expresión “la misericordia cambia el mundo” que he elegido como título de este programa. La frase es muy fuerte y puede ser recibida con cierto escepticismo… Cambia el mundo, pero… ¿en qué sentido?
Al escuchar misericordia, esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos escuchar: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia... (17 de marzo de 2013)
La misericordia está asociada con la paciencia de Dios. Cambia el mundo, pero no de una vez, de golpe, sino en la medida en que va entrando en nuestra vida, en que recibiendo la misericordia del Padre, nos vamos haciendo misericordiosos.
Habiéndola experimentado en su vida, Jorge Bergoglio se sintió llamado a ser testigo de la misericordia. Así lo hizo en su tiempo de arzobispo de Buenos Aires, con una gran cercanía con los pobres, los “descartados”, como solía decir. Y como Papa, dio un signo en su primera salida de Roma, con su visita, el 8 de julio de 2013, a los inmigrantes africanos que, huyendo de la miseria, llegaban a la isla de Lampedusa.
En el domingo de la misericordia de 2015, Francisco comenta el evangelio que escuchamos hoy:
Jesús vuelve a presentarse en medio de los suyos y se dirige inmediatamente a Tomás, invitándolo a tocar las heridas de sus manos y de su costado. Va al encuentro de su incredulidad, para que, a través de los signos de la pasión, pueda alcanzar la plenitud de la fe pascual, es decir la fe en la resurrección de Jesús. (12 de abril de 2015)
Francisco hace ver que las llagas de Jesús son la manifestación de la misericordia de Dios. No podemos entender la pasión de Cristo si no es bajo el signo del amor y de la misericordia de Dios. Jesús lleva a su pleno cumplimiento el anuncio del profeta Isaías acerca de un misterioso “servidor sufriente”:
Él fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados. (Isaías 53,5)
Contemplando las llagas de Jesús, Tomás y, después de él, también nosotros, contemplamos nuestras propias heridas, nuestras llagas, nuestras humillaciones. En la marca de los clavos, en la herida del costado de Jesús, encontramos la prueba decisiva de ser amados, esperados, entendidos… así se manifiesta Jesús misericordioso, lleno de compasión, de ternura, de dulzura. En medio de estas consideraciones, exclama Francisco:
¡Cuántos de nosotros buscamos en lo profundo del corazón encontrar a Jesús, así como es: dulce, misericordioso, tierno! Porque nosotros sabemos, en lo más hondo, que Él es así. Reencontrado el contacto personal con la amabilidad y la misericordiosa paciencia de Cristo, Tomás comprende el significado profundo de su Resurrección e, íntimamente transformado, declara su fe plena y total en Él exclamando: «¡Señor mío y Dios mío!» (12 de abril de 2015)
Francisco convocó para 2016 el Jubileo de la Misericordia, con la bula Misericordiae Vultus, “el rostro de la misericordia”. La bula comienza con estas dos afirmaciones que no podemos olvidar:
Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. (Misericordiae Vultus, 1)
¿Cómo nombramos a Dios? Muchas de nuestras oraciones hablan del “todopoderoso” y nosotros, débiles y pecadores, nos sentimos empequeñecidos ante la grandeza de Dios… Sin embargo, como recuerda Francisco, Santo Tomás de Aquino decía
«Es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia» (Misericordiae Vultus,6)
La omnipotencia de Dios, su realidad de todopoderoso, se manifiesta especialmente en su misericordia. De eso es testigo Jesucristo, rostro de la Misericordia.
Si recibimos la misericordia de Dios, no es para quedarnos con ella como una especie de adorno que guardamos en una vitrina. Encontrar y recibir de veras la misericordia de Dios nos hace misericordiosos. La misericordia no es un mero sentimiento, sino que nos lleva a ponernos en obra. La tradición de la Iglesia nos habla de siete obras de misericordia corporales y otras tantas espirituales que estamos llamados a realizar, a poner en práctica, si de veras creemos en la misericordia del Padre. Estas obras de misericordia serán tales, no solo si llevamos a cabo cada una de esas buenas obras, sino si también las realizamos… con misericordia, es decir, manteniendo en nuestro corazón el sentimiento que nos lleva a hacerlas, sin dejarnos ganar por la rutina o el desencanto. A eso apuntaba el lema de 2016, recordándonos a todos los cristianos que estamos llamados a ser “Misericordiosos como el Padre”.
María, primera discípula y misionera, madre de la Misericordia, es testigo de que la misericordia del hijo de Dios alcanza a todos sin excluir a ninguno. A ella le pedimos, como dice la antigua oración:
“… vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos” (Salve)
Gracias, amigas y amigos por su atención. Feliz Pascua y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.