El próximo miércoles 7 comenzará el cónclave para la elección del nuevo Papa. Contando a Francisco, han sido 266 los sucesores del apóstol Pedro. Toda la Iglesia Católica está en oración para que quienes tienen la misión de elegir al nuevo Obispo de Roma se dejen guiar por el Espíritu Santo. En estos días previos se están realizando las llamadas congregaciones generales, donde los cardenales se encuentran, se van conociendo y escuchando y comparten momentos de oración.
El evangelio de este domingo contiene muchos mensajes sobre la misión de la Iglesia y, en particular, sobre la condición fundamental que se pide a Pedro para que el Buen Pastor le entregue la conducción de Su rebaño. Acerquémonos a descubrir o recordar lo que nos dice este evangelio sobre la figura de Pedro.
En el evangelio de Juan, Pedro aparece ya en el capítulo uno, entre los primeros llamados por Jesús. Todos recordamos el paso de Jesús por la orilla del mar de Galilea, donde encontró primero a dos hermanos, Simón y Andrés, y les dijo
“síganme y yo los haré pescadores de hombres” (Marcos 1,16-18).
Juan cuenta de otra forma ese llamado.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro. (Juan 1,40-41)
Este cambio de nombre es un dato importante. El significado de Cefas, Pedro, aparece en el evangelio de Mateo:
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mateo 16,18).
Pedro reaparece al final del capítulo 6 del evangelio de Juan, que narra la multiplicación de los panes y peces, seguida del discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Mucha de la gente que hasta ese momento seguía a Jesús encuentra duro ese lenguaje y abandonan al Maestro. Entonces, Jesús se vuelve a los Doce discípulos y les pregunta si también ellos quieren marcharse. La respuesta llega de Simón Pedro:
«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». (Juan 6,68-69)
Esta es la forma en que el evangelio de Juan presenta la confesión de fe de Pedro. Los otros evangelios lo presentan como Mesías y Mateo, además, como Hijo de Dios. En los cuatro evangelios Pedro habla en representación de los Doce; pero aquí lo hace en un contexto especialmente crítico, cuando muchos están abandonando la fe. Ese detalle enaltece la figura de Pedro.
Los otros evangelios no dudan en señalar algunas dificultades de Pedro para entender y aceptar lo que dice Jesús cuando habla de su pasión y muerte. Juan coloca esa dificultad de Pedro en otro marco, pero aún más directamente relacionado con la pasión: en la última cena, cuando Jesús lava los pies a los apóstoles. Pedro se resiste, Jesús insiste y así sigue el diálogo:
Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?».
Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás».
«No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!».
Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte». (Juan 13,6-8)
Dicen los estudiosos que el diálogo de Jesús con Pedro contiene la explicación más profunda y más radical del lavatorio de los pies: tomando la condición de servidor, de esclavo, Jesús anuncia su pasión. Eso es lo que Pedro comprenderá en su momento, cuando sea llamado a compartir la suerte de Jesús, es decir, cuando llegue su propio martirio en la cruz.
El anuncio de las negaciones de Pedro tiene también su detalle. En Mateo y Marcos, Pedro dice que no se escandalizará; en Lucas, que está dispuesto a seguir a Jesús a la cárcel y a la muerte. Pero en el evangelio de Juan, Pedro abre el diálogo con una pregunta:
«Señor, ¿a dónde vas?». (Juan 13,36)
Y Jesús le responde:
«Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás» (Juan 13,36)
Aquí se trata de algo fundamental: seguir a Jesús, lo propio del discípulo. De la respuesta de Jesús se entiende que la pregunta “¿a dónde vas?” está expresando el deseo de Pedro de seguir a Jesús… pero todavía no es la hora de Pedro.
Llega el momento en que Jesús es apresado en el Huerto de los Olivos. Los otros evangelios nos dicen que “uno de los discípulos” sacó la espada e hirió a un servidor del Sumo Sacerdote. Juan identifica a Pedro como el autor de ese acto violento. Pedro no termina de aceptar el camino de Jesús: no quiere que le lave los pies, quiere ir con Él antes de tiempo, saca la espada… y, finalmente, lo negará tal como fue anunciado. Pedro es el discípulo que va formándose de a poco en la obediencia, pasando por muchos errores; pero en ese proceso madurará en su fe y se preparará para la misión que Jesús tiene para él.
Llega el último episodio. El evangelio de Juan ubica aquí la pesca milagrosa. Jesús resucitado está en la orilla. Cuando los discípulos lo reconocen, Pedro se lanza al agua. Una vez reunidos comen junto con Jesús y viene el decisivo diálogo:
Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».
Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». (Juan 21,15-17)
Aquí está la misión de Pedro, aquí está la misión de sus sucesores; aquí está también la misión de todo el Pueblo de Dios, puesto que, cada uno en su estado, todos somos llamados a compartir el pastoreo, el cuidado de Jesús por los suyos. Aquí lo importante es que esa misión tiene su fundamento en el amor a Jesús. Amando a Jesús, el pastor podrá amar con Él a sus hermanos y hermanas.
Recordemos las palabras del Santo Cura de Ars, que no valen solo para los párrocos, sino para todos los pastores de la Iglesia:
“Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina” (San Juan María Vianney)
En el diálogo de Jesús con Pedro vuelve a aparecer el deseo de Pedro de seguir a Jesús hasta la muerte.
«Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras».
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme». (Juan 21,18-19)
“Sígueme”. En los evangelios de Marcos y Mateo, esa es la palabra con la que Jesús, al comienzo, llamó a Pedro y Andrés. Ellos dejaron todo y lo siguieron con entusiasmo. Ahora, hecho su camino de discipulado, Pedro vuelve a escuchar esa palabra, después de que Jesús le encomienda apacentar a sus ovejas. El Pastor, al frente de la grey, está llamado siempre a seguir a Jesús, porque, en definitiva, no puede llevar a su rebaño a otro lugar que no sea el encuentro con Él.
Hermanos y hermanas, oremos mucho en estos días, para que el Espíritu Santo sople con fuerza y claridad sobre el cónclave y nos regale un pastor según el corazón de Dios, testigo de la Misericordia del Padre.
Gracias por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario